A MODO DE PRESENTACIÓN
Pareciera que empezar por algún sitio u ofrecer una introducción es siempre necesario: no lanzarse a exponer cuestiones in media res, nos brinda esa posibilidad de prepararnos [a quien enuncia y a quienes escuchan o leen] para lo que está por exponerse. Y creo que una buena forma de hacerlo es con una pequeña anécdota o, si se quiere, un comentario -podríamos decir- sobre algo que presencié en la Facultad de Filosofía y Letras, frente a un hecho poco habitual (al menos para mí): tuve la oportunidad de ver docentes de la facultad conversando u opinando sobre temas cotidianos. Esto, que dista bastante de ser una revelación o una epifanía, fue una excelente excusa para pensar en la práctica filosófica de una manera diferente a la que normalmente vi en el contexto de las aulas universitarias y ante grandes grupos de alumnos.
¿Irrelevante?
Quizás.
¿Burlón?
Eso es algo que dista mucho de mi intensión.
¿Lúdico?
Sin lugar a dudas: parte de este rodeo narrativo, como si fuera una especie de “giro literario”, tiene que ver con lo que sigue. En la literatura filosófica los giros han cumplido un papel más que interesante: desde el “giro copernicano” de Kant hasta el “giro lingüístico” de algunas corrientes contemporáneas, veo varios ejemplos en los cuales se recurre a esta metáfora para expresar un cambio (generalmente rotundo) en la perspectiva desde la cual se analiza un tópico; también me viene a la mente otro uso de la metáfora, relacionado con una mayor complejización de algún tema1. Con esto no quiero dar a entender que mi intención es sobredimensionar la importancia de las consideraciones que van a tener lugar en el presente ensayo; es un intento de avanzar poco a poco a través de algunas cuestiones que, en mi consideración, [cada vez] van tomando mayor preponderancia.
En principio, esta idea está animada por una intuición: desde el principio, la reflexión filosófica partió de aquello que tenemos “al alcance de nuestras manos”, para llegar -a través de algunas preguntas- a esas experiencias menos obvias que enlazan distintos aspectos de nuestra vida diaria. Late, al menos como un eco, mi pregunta por una historia de las producciones de distintos filósofos, donde haya un testimonio de hechos menos trascendentes de sus biografías. Esta historia paradójica y conjetural tampoco podría responder a la pregunta por el parámetro de trascendencia que nos permita incluir o excluir algún hecho. No obstante, y aún así, la intuición por el movimiento reflexivo que parte de “lo cercano”, para convertirse en un complejo desarrollo conceptual sigue incólume.
Por otra parte, quisiera poner de manifiesto dos cuestiones que se hallan desde el inicio -si se quiere- en algunos cruces temáticos: 1. filosóficamente, la mayoría de nosotros abrevamos (en mayor o menor medida) en un grupo de fuentes compartidas y quiero ver de qué manera podemos de darle otra mirada a ciertos aspectos de dichas fuentes; 2. “lo cercano”, “lo cotidiano” son expresiones relativas a quien lleva a cabo la enunciación: en este caso, no quiero dejar de hacer evidente que es el lugar de alguien que se ha graduado y posee conocimientos filosóficos más o menos avanzados, pero que aún no ha hecho de su carrera universitaria uno de los posibles medios para procurarse el sustento. De aquí que la reflexión que tiene y tendrá lugar surge en medio del cruce entre aquellas “distintas cotidianeidades” y es lo que configura el espesor propio de los elementos que se combinan aquí.
Tampoco pretendo agotar el tema, ni creo poder hacerlo, porque -en realidad- el objetivo fundamental está en las antípodas de una actitud semejante: son preguntas cuyas respuestas “estoy ensayando” con la firme convicción de que pueden cambiarse o profundizarse, refutarse o criticarse, retomarse o reformularse, pero -espero- sin abandonar ese modo de interrogar que me ha puesto en marcha. Por otro lado, prefiero no adelantar a qué conclusión intentaré arribar al cabo del presente trabajo, porque me parece más interesante tratar de introducir el germen de duda dentro de la actitud natural frente a un hecho corriente; creo que resulta más interesante avanzar por las vías de un pensamiento que aúne una serie de analogías que se complementen para mirar de una forma nueva y verosímil un aspecto de la realidad cotidiana. Inclusive, la expresión “vivimos alienados” dicha en abstracto o enunciada mecánicamente (aún cuando se intente despertar la conciencia de los receptores) parece que empieza a perder o a agotar su sentido a partir de la repetición; es como un juego de palabras o como “el cuento de la buena pipa”, donde -en la repetición- se pierde totalmente el sentido de lo que se está diciendo: y se pierde porque se lo ha vaciado.
Entonces, si la perspectiva sobre lo-que-está-pasando no muestra un panorama de cambio, tendríamos que preguntarnos “¿Por qué?” y “¿Cómo resulta posible generar constantemente las condiciones para mantenernos en la misma coyuntura?”